miércoles, 21 de octubre de 2015

Cuento del mes

Seguro que estábais esperando el cuento del mes, sentimos no haber publicado ninguno el mes pasado y esperamos que disfrutéis con éste:




EL REY INFELIZ

 

            Erase una vez un rey muy poderoso que tenía muchas tierras y muchas riquezas. Pero tenía una desgracia: no era feliz.

            Un día, cansado de buscar la felicidad, hizo enviar un mensajero para hacer un llamamiento a toda la gente de su reino. Daría gran parte de sus riquezas a quien le consiguiera traer la felicidad.

            Un día llegó un mercader con muchas telas preciosas y le ofreció los mejores trajes del mundo. Al principio, el rey se emocionó, pensando que vistiendo con esos trajes sería el rey más elegante y así conseguiría la felicidad. Pero después de un tiempo vistiendo lujosos vestidos y ser la envidia de los reyes vecinos, éstos le dejaron de hablar y se convirtieron en sus enemigos. Entonces, le empezó a invadir de nuevo un sentimiento de insatisfacción y tristeza.

            Más tarde, llegó un piloto de avión y le ofreció recorrer el mundo entero viajando con él en su avión. Conocería lugares desconocidos y bellos y conseguiría ser feliz. Se montaron en el avión y visitaron países exóticos, disfrutaron de paisajes maravillosos… Pero con el tiempo, empezó a echar de menos su castillo y su cama y sus tierras y volvió a invadirle la infelicidad.

            Pasado unos días, llegó un cocinero y le ofreció los mejores manjares. Disfrutó saboreando platos exquisitos y suculentos. Cada día, el cocinero le sorprendía con nuevos platos. Pero al pasar el tiempo, empezó a ponerse gordo y se volvió a sentir infeliz.

            Entonces, llegó un hombrecillo un tanto extraño que le ofreció una solución muy curiosa: le regaló unas gafas mágicas con la condición de que mirara a las personas que tenía a su alrededor. Encontraría algo en ellas que le daría la felicidad. Al principio, el rey se mostró un poco desconfiado, pero el mago le prometió que volvería al día siguiente y si la receta no hubiera dado resultado se llevaría las gafas sin ningún compromiso. Por fin el rey aceptó y cogió las gafas.

            Llegó el día siguiente. El rey, al levantarse por la mañana, se colocó las gafas y cuando llegó su mayordomo a vestirle, no tuvo más remedio que empezar a poner en práctica el consejo del mago. Miró a su mayordomo con curiosidad de arriba abajo buscando algo que le pudiera dar el mayordomo y que le trajera la felicidad. Fue observándole con detenimiento y entonces, descubrió que su mayordomo tenía los zapatos viejos y raídos.

    ¿Cómo tienes así los zapatos? ¿No tienes dinero para comprarte un calzado digno de mi reino?— Preguntó el rey.

    Bueno, la verdad es que el salario que me paga su majestad no es suficiente para sacar adelante mi familia y mi mujer no tiene trabajo. Tengo cuatro hijos, uno enfermo y otro en la universidad y…

    ¿Cómo es posible? A partir de ahora te subiré el sueldo al doble. Y a tu hijo, que le vea el mejor médico del reino.

    Gracias, muchas gracias— Contestó el mayordomo sorprendido.

    Bien poco me va a dar este hombre que casi no tiene para vivir. —Pensó el Rey. Se ajustó las gafas y salió de su habitación con intención de seguir buscando.

            Bajó a desayunar y se encontró con la cocinera que estaba preparando el desayuno cantando a pleno pulmón.

    Buenos días, parece que está muy contenta- Le dijo el rey.

    Buenos días, su majestad. Bueno la verdad es que me gusta mucho cantar, pero contenta, contenta. Realmente, lo que me haría feliz sería poder cantar en la ópera.-

    ¿Y qué se lo impide? — Preguntó el rey.

    Pues que tengo que estar aquí trabajando para servir a su majestad.

    ¿Cómo, sólo eso? No se preocupe, váyase tranquila, seguro que la mujer del mayordomo no le importará sustituirla.-

            Y se marchó la cocinera cantando de alegría. El rey se quedó pensando que aquella mujer tampoco le podría dar la felicidad si se marchaba de su castillo y salió al jardín para dar su acostumbrado paseo en caballo por sus tierras. Llegó el encargado de prepararle el caballo y al fijarse en él se dio cuenta de que no era su encargado habitual:

    Buenos días. Usted no es el mismo de siempre ¿verdad? ¿dónde está mi encargado?

    Pues verá, su encargado es mi abuelo, que ya está muy mayor, ha caído gravemente enfermo y he venido yo a sustituirle.

    Vaya, ¿y dice que está grave?

    Sí, bastante, y me dijo que su último deseo era poder despedirse de su majestad.

    Pues iré a verle, quizá él tenga una cosa importante para mí.

            El rey se montó en su caballo y se marchó rápidamente a ver a su encargado. Al llegar a su casa, el hombre le agradeció profundamente su visita. Se alegró mucho y muy emocionado, dio su último aliento y se murió.

            Entonces el rey pensó: — Vaya, otro que no va a poder darme nada—Y salió de la casa apenado en dirección a su castillo.

            Por el camino de vuelta, comenzó a recapacitar en todos los acontecimientos del día, un poco contrariado por el poco efecto de las gafas. Empezó a pensar en el mayordomo y su mujer ¿estaría contenta con su nuevo trabajo? .Se imaginó a la alegre cocinera cantando a pleno pulmón en la ópera .Y se acordó de su encargado que había muerto feliz por su visita. ¿Y yo?...

Al día siguiente volvió el mago:

    Bueno. ¿qué tal, han tenido efecto las gafas? ¿me las va a devolver?

    Pues sí, le voy a devolver las gafas. Pero porque ya no me hacen falta. He descubierto que era un infeliz porque buscaba por encima de todo mi felicidad, sin preocuparme para nada de los demás. Sin embargo, al buscar la felicidad de los demás, sin darme cuenta, he encontrado la mía.

FIN

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