PATI Y PITU CONOCEN A
URA
Pati y Pitu eran muy buenas amigas. A las dos les gustaba
investigar y aprender. Pati era aventurera, sin miedo para vivir nuevas
experiencias, pero un poco atolondrada e impulsiva y bastante despistada. Pitu,
en cambio era más previsora, reflexiva y tranquila, admiraba la valentía de
Pati y ésta le agradecía sus consejos, siempre le recordaba cuándo llegaba la
hora de volver a casa o le sugería que no arriesgara demasiado en las
aventuras.
Un día de verano. Las dos amigas fueron a jugar al río.
Estaban refrescándose en el agua cuando Pati descubrió un pez dorado muy
brillante que le hacía cosquillas nadando entre sus piernas. Sin pensarlo dos
veces se zambulló en el agua y puso su cara a la altura de los ojos del pez. Éste
se paró en seco del susto, pronunció unas palabras silenciosas y siguió
nadando. Pati salió del agua y le dijo a Pitu que el pez le había dicho que le
siguiera.
—¿Estás loca? Los peces no hablan—Dijo Pitu.
—Pues éste me ha hablado. Y salió nadando detrás del pez.
Pitu siguió a Pati, tenía miedo de que se metiera en uno de sus
líos, además, estaba intrigada por saber qué pez era aquel que brillaba tanto.
Avanzando a contracorriente llegaron a unas rocas donde el agua caía formando
una cascada, el pez atravesó la cascada y desapareció. Pati pretendía seguir al
pez pero Pitu le agarró del traje de baño impidiéndole que siguiera nadando:
—¡Pati no entres. No
sabemos qué hay ahí, es peligroso! Y ese pez misterioso, a saber qué pretende.
—Pitu, el pez me ha mirado con cara de desesperación, quería
decirme algo. Creo que tiene problemas y quiere que le ayudemos.
Pitu se compadeció del pez y soltó a Pati que se zambulló en
el agua y desapareció. Con bastante miedo Pitu cerró la boca aguantando la
respiración y siguió a Pati.
Bucearon y atravesando la cascada aparecieron en una cueva
donde el agua les cubría hasta la cintura. Allí, un buen grupo de peces dorados
nadaban formando círculos como si estuvieran bailando alrededor de una bella
sirena. Iba vestida con una túnica azul de la que le asomaba una cola de pez
plateada. Tenía el pelo castaño recogido con una diadema de perlas de río y se le
escapaban unos tirabuzones que recordaban los remolinos formados en las
corrientes de los ríos. Su apariencia era traslúcida como agua teñida de
colores recogida en un recipiente en forma de sirena. Reflejaba serenidad y
alegría. Al ver a las niñas les dijo:
—Bienvenidas a nuestra cueva. Os agradecemos mucho que hayáis
venido. Yo soy Ura, el espíritu del agua. Os contaré por qué os hemos hecho
llegar hasta aquí: siempre hemos vivido felices en nuestro río, pero desde hace
unos meses el agua que respiramos viene contaminada y nos falta oxígeno para
respirar, las crías de pez dorado se mueren al nacer y los peces adultos van
enfermando. No sabemos la causa, pero pensamos que tiene algo que ver con una
corriente de agua oscura que viene de la parte alta del río.
—¿Y nosotras qué podemos hacer? Preguntó Pitu.
—Nosotros no podemos salir del agua, pero vosotras sí. Hemos
pensado que podríais investigar por ahí fuera y ayudarnos a poner solución a
nuestro problema.
Las dos amigas se miraron en señal de complicidad y aceptaron
la misión que les había encomendado Ura. Le prometieron que volverían con
información para ayudarles.
Volvieron por donde habían entrado y comenzaron a caminar río
arriba. Después de andar varios kilómetros descubrieron una casa con una
tubería por donde caía al río un agua marrón y maloliente. Alrededor de la casa
había mucha basura y plásticos tirados.
—Esto debe ser la causa del problema. El que vive aquí no es
consciente del daño que está haciendo al río y tenemos que hablar con él— Dijo
Pitu.
—Pues llamemos a la puerta—Contestó Pati. Y sin pensarlo dos
veces tocó el timbre. Enseguida salió. Ellas le contaron que estaba
contaminando el río y que se estaban muriendo los peces. Pero él les contestó
enfadado:
—Mirad niñas, no tengo tiempo de escucharos. Estoy a punto de
descubrir un gran avance científico que revolucionará el mundo de la tecnología
y me dará mucho dinero. Lo siento, más adelante me preocuparé del río.— Y les
cerró la puerta en las narices. Las dos amigas se miraron desanimadas y
decidieron volver a contarle a Ura lo que habían averiguado. Ura les recibió
expectante y después de escucharles con atención les dijo:
—No os preocupéis, tengo una idea. Les mandaré un mensaje a
nuestras amigas las nubes a través de las gotitas de agua que se evaporan del
río y ellas nos ayudarán.
Pati y Pitu no salían de su asombro, se imaginaron a las gotas
de agua volando hacia el cielo con mensajes para las nubes. Ura les contó un
plan de acción y volvieron a la casa del científico. Cuando ya estaban llegando
las nubes comenzaron a volverse grises. Rayos y truenos empezaron a llenar el
cielo y se formó una gran tormenta. De pronto, un rayo cayó en el poste de
electricidad de la casa y después de un gran estruendo, ésta se quedó a
oscuras. Pati y Pitu volvieron a llamar a la puerta. Pero tuvieron que tocar
con los nudillos porque ya no funcionaba el timbre. De nuevo salió el hombre,
esta vez mucho más enfadado.
—¿Qué hacéis aquí otra vez? Tengo mucho trabajo y no quiero
que me molestéis. Se me han complicado las cosas: me he quedado sin
electricidad y no puedo seguir con mi experimento.
Pitu cogió la palabra: —Ahora venimos a ayudarte, tenemos una
solución para tu problema, pero tendrás que colaborar con nosotras.
El hombre dudó un poco, pero al final accedió y escuchó a las
dos niñas que le contaron que si se comprometía a poner una depuradora en los
desagües y recoger los plásticos y la basura en contenedores, ellas le pondrían
un molino para aprovechar la fuerza del agua del río y podría conseguir
electricidad gratis. El científico, que no era malo y sí muy listo, aceptó la
propuesta. Con la ayuda de los peces dorados trajeron los materiales para el
molino desde una antigua presa.
Pitu venía arrastrando un gran contenedor para las basuras y Pati
que estaba colocando las piezas del molino, al verla, salió corriendo en su
ayuda.
—Gracias Pati, eres muy buena amiga. ¿Quieres que te ayude yo
en lo que estás haciendo? Al ir a ayudar a su amiga, a Pati se le había
olvidado apretar bien las tuercas y la turbina salió disparada por la fuerza
del agua. Las dos niñas salieron detrás viendo cómo se alejaba la turbina río
abajo sin poder alcanzarla. Pero los peces dorados consiguieron recuperarla y
les ayudaron a colocarla otra vez en su sitio.
Mientras trabajaban, el hombre les contó que su experimento
consistía en transformar el cobre en un metal más conductor de la electricidad
y aplicarlo a los ordenadores para conseguir que funcionaran mucho más rápido. Con
este experimento podrían tener ordenadores muchos niños en
las escuelas del mundo entero. Pero para eso tenía que tratar el cobre con cianuro y esa
sustancia era muy tóxica para los peces.
Cuando comenzaron a separar los plásticos de los envoltorios
de las placas de cobre que le traían al científico y meterlos en su contenedor,
Pitu tuvo una idea:
—¿Y si aprovechamos los plásticos para las carcasas de los
ordenadores?
—Muy buena idea niña. Así ahorraremos en material y todo.
Por fin pusieron en marcha el molino y la depuradora. Y así
quedaron todos contentos. Las nubes satisfechas de su labor comenzaron a
separarse y un precioso arcoíris pintó
el cielo de colores. Pati y Pitu fueron a contarle a Ura su éxito y ésta les
agradeció su ayuda regalándoles dos conchas con una perla de río nacarada
dentro como recuerdo.
FIN
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